Una mujer trans estadounidense acude a la justicia de Países Bajos en busca de asilo político
El Servicio de Inmigración ha rechazado la petición de Verónica Clifford Carlos por considerar que Estados Unidos es un lugar seguro, y ella pide a los jueces que se pronuncien sobre esa denegación
Verónica Clifford Carlos nació en California, tiene 28 años, es artista y escritora y también una mujer trans. En su pasaporte, expedido durante el actual mandato del presidente Donald Trump, figura como hombre, a pesar de que en el resto de su documentación anterior aparece como mujer. El pasado 10 de junio voló a Países Bajos con su padre y pidió asilo político al aterrizar en el aeropuerto de Ámsterdam-Schiphol. La actual administración estadounidense solo reconoce dos sexos, hombre y mujer, y ella temía por su integridad si regresaba. Por eso, cuando el Servicio de Inmigración y Naturalización (IND) rechazó su petición, recurrió a la justicia del país. Es la primera demanda de su clase en llegar a un tribunal neerlandés y puede contribuir a cambiar la denominación de Estados Unidos como país seguro y sin persecución por motivo de género.
En la primera mitad de 2025, una treintena de ciudadanos estadounidenses han solicitado asilo en Países Bajos, según datos de IND. En años anteriores eran entre cinco y 18. Aunque oficialmente se desconocen sus motivos, LGBT Asylum Support, la ONG neerlandesa que apoya a Verónica, está en contacto con otras 22 personas de la misma nacionalidad. Tiene constancia, además, de que 17 han visto rechazada su petición de asilo. Todas ellas consideraban demasiado peligrosa la situación y predominaba el temor a las medidas represivas o la persecución.
Una vez en el aeropuerto, Verónica pasó por dos entrevistas y luego ingresó en el centro de detención de Schiphol. Tras un mes internada, fue trasladada a la localidad de Ter Apel, al norte de Países Bajos. Allí se encuentra el establecimiento nacional de recepción de refugiados, donde pasó otro mes. Luego la llevaron a Heerlen, al sureste del país, al centro de acogida, desde donde explica al teléfono que, en su país, “la amenaza era diaria”. “La gente me decía que me iban a matar por la calle, estaba en casa y solo iba al médico o con mi familia”, menciona. Su tratamiento de hormonas tampoco estaba asegurado, cuenta, “porque si a un médico no le gustan los trans y no me lo quiere recetar, está amparado legalmente”. Y como el seguro de salud es tan caro, “es muy difícil encontrar a otro facultativo”.
De momento, para el IND no existen grupos excepcionales en Estados Unidos y no hay motivos para atender, en Países Bajos, de manera especial a los refugiados transgénero o del resto de la comunidad LGBT+. Sin embargo, tanto Verónica como la misma ONG sostienen que “la información oficial sobre la situación en Estados Unidos está obsoleta”. No refleja el deterioro de las condiciones vitales a las que se enfrentan y el “borrado” de grupos enteros de población que puede suponer. Y eso es lo que deberá revisar el juez: si el IND decidió en función de unos datos actualizados y fiables los posibles riesgos. La ONG se ha remitido a una sentencia dictada este julio en Canadá, que bloqueó la deportación de una persona no binaria estadounidense debido al temor a la persecución con la política vigente.
Durante la entrevista, Verónica indica que sus amigos y colegas tampoco se sienten seguros en Estados Unidos. Ha estado en hospitales neerlandeses y dice: “La forma de tratarme y de abordar mi caso es como pasar de la noche al día”.
De todos modos, sostiene que la inseguridad actual en su país no se reduce a las personas trans. “Es el trato dado a todas las minorías. Aunque no creo que sea solo un objetivo de la administración Trump”. Le parece que el partido Republicano “plantó hace tiempo la semilla de la discriminación”. Su padre es de origen británico y su madre de ascendencia filipina, ambos en situación legal, y ella pone este ejemplo familiar: “Al volver de unas vacaciones en Singapur, el agente aduanas leyó el lugar de nacimiento de mi padre y le dijo que si por él fuera, lo mandaría de vuelta a casa”.
Desde la toma de posesión del presidente Trump, se ha suspendido la financiación de la atención sanitaria para personas transgénero. A los centros de investigación se les ha exigido que eliminen ese término, así como género, transexual, no binario o LGBT. La razón aducida por las autoridades es que con estas palabras se intenta socavar la realidad biológica del sexo.
El ministerio de Asilo y Migración le ha dicho a la ONG neerlandesa de Verónica que “este Gobierno está comprometido con la igualdad de derechos para las personas LGBTIQ+”, y que comparte “su preocupación” por lo que está pasando en Estados Unidos. “Si el Gobierno neerlandés quiere proteger a las personas, tal y como afirma, debería considerar al colectivo LGBTIQ+ que huye de Estados Unidos como un grupo en situación de riesgo”, asevera Sandro Kortekaas, presidente de LGBT Asylum Support. Y concluye: “Porque promover la igualdad de derechos también significa protegerlos. En todo el mundo”.
Caso Joselinne Páez: colectivo LGBT+ denuncia transfeminicidio en Jalisco, es el segundo en agosto
El colectivo exigió a las autoridades investigar el caso con perspectiva de género y diversidad sexual
Por Fernanda López-Castro
El colectivo Yaaj exigió que el caso se investigue con perspectiva de género. | colectivo Yaaj
El colectivo Yaaj denunció el transfemincidio de Joselinne Páez, quien falleció el 18 de agosto pasado, pocos días después de que fue brutalmente golpeada en el municipio de Tepatitlán de Morelos, Jalisco.
En redes sociales, la organización dedicada a la defensa y promoción de los derechos de la comunidad LGBTTTIQ+, indicó que este es el segundo transfeminicidio y crimen de odio que ocurre en el estado durante los últimos ocho días, después del asesinato de la activista Katia Daniela Medina, directora del colectivo Zapotlán Diverso, en Zapotlán el Grande.
“Activistas locales califican su asesinato como un transfeminicidio y crimen de odio, el segundo ocurrido en el estado en los últimos ocho días, después del de la activista Katia Daniela Medina, directora del colectivo Zapotlán Diverso en Zapotlán el Grande.
“La agresión contra Joselinne la llevó a cuidados críticos, donde finalmente perdió la vida. Su muerte se suma a una ola de violencia contra mujeres trans y personas LGBTTTIQ+ en México, marcada por la impunidad, la discriminación y el odio estructural”, se lee en su cuenta de X.
En la misma publicación, la organización exigió a las autoridades estatales una investigación inmediata con perspectiva de género y diversidad sexual, así como “medidas efectivas y urgentes para garantizar la seguridad de todas las personas trans y diversas en Jalisco”.
A esto último, sumaron el llamado a que el Congreso estatal apruebe la iniciativa presentada por la diputada, Montserrat Pérez Cisneros, para tipificar de manera autónoma el transfeminicidio y los crímenes de odio, con penas que podrían alcanzar hasta los 50 años de cárcel.
“Este crimen de odio, junto al de Katia Daniela Medina en días pasados y quien fuera Directora del Colectivo Zapotlan Diverso en Zapotlan el Grande, evidencia la urgencia de frenar la violencia transfóbica en Jalisco y en todo el país.
“La memoria de Joselinne debe ser motor para la organización y la lucha por justicia, dignidad y vida plena para todas las personas trans. Por Joselinne y por todas las que nos han arrebatado:¡Ni una trans menos, ni una más en la impunidad!“, concluyó el colectivo.
El PSOE prohíbe a sus cargos añadir Q+ a las siglas LGTBI cuando hablen en nombre del partido
El comité de garantías de la dirección socialista advierte de que serán nulas las resoluciones que vinculen el concepto queer a la lucha contra la homofobia, la transfobia y los discursos de odio.
Advierte a las federaciones territoriales y a los representantes públicos y orgánicos del partido de que la decisión de prescindir de esa referencias es vinculante y de obligado cumplimiento.
El PSOE ha advertido a sus cargos orgánicos y de representación que deben prescindir de las siglas Q+ y limitarse a usar la expresión LGTBI cuando hablen en nombre del partido y se refieran al movimiento por los derechos de homosexuales, lesbianas, bisexuales, personas transgénero, transexuales e intersexuales. Las asociaciones que organizan a esos colectivos creen que esa posición, que excluiría de la causa a quienes se consideran queer y a quienes se reconocen en otras identidades y orientaciones sexuales no normativas, supone un paso atrás en la lucha por el reconocimiento de la diversidad sexual y la libertad afectiva.
El aviso sobre el veto al Q+ figura en una resolución de la comisión federal de ética y garantías del partido, fechada el pasado 7 de agosto y a la que ha tenido acceso Público. En ella se recuerda que esas siglas no pueden emplearse en las resoluciones políticas de la formación, y que aquellas que las recojan son nulas por contrariar la decisión firme que adoptó al respecto en diciembre pasado el congreso federal.
Entonces, varias militantes presentaron una enmienda a la ponencia marco de los estatutos del PSOE que abogaba por suprimir las referencias al término queer –según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, se refiere a quien «tiene una identidad de género o una orientación sexual que no se corresponde con las categorías tradicionales»–, así como el símbolo + cuando identifica a quienes se definen con otras que no están explícitamente incluidas en el resto de siglas. Las defensoras de la enmienda, varias mujeres de las delegaciones de A Coruña, Cáceres, Mallorca y Pontevedra, entre otras, alegaban que el Q+ amparaban en realidad «un significado misógino, ultraliberal y antifeminista«.
Su propuesta fue votada y aprobada, pero cuando sus impulsoras advirtieron que varias federaciones –entre ellas las de Madrid, País Valencià, Castilla y León y Cantabria– desafiaban aquella decisión y seguían usando referencias Q+ en sus documentos orgánicos, y que las siglas podían acabar negro sobre blanco en los estatutos autonómicos, elevaron dos protestas. Primero, ante el comité ejecutivo federal, en febrero pasado, y, tras no obtener respuesta en tres meses, ante el comité de garantías, el 22 de mayo. En sus escritos, pedían la anulación de todas las resoluciones autonómicas y de cualquier estatuto regional que incluyan la Q o el + en referencia al citado movimiento. También reclamaban un pronunciamiento expreso en forma de recordatorio a los cargos públicos y orgánicos, para que no las empleen cuando actúen en nombre del PSOE.
Nulas y sin efecto
En su decisión del pasado jueves, el comité ha resuelto que serán consideradas nulas todas las resoluciones de las federaciones territoriales que usen las siglas antes señaladas porque, «como no puede ser otro modo, no tienen ni pueden producir efecto alguno» dado que vulneran lo acordado en diciembre. Y porque, además, los estatutos regionales deben ser aprobados por el comité federal, que no les dará el visto bueno si eso sucede.
Imagen de la marcha con motivo del Día del Orgullo el pasado 28 de junio en Valladolid.Claudia Alba / Europa Press
En cuanto a la petición de que se le recuerde esa circunstancia a todos los cargos públicos para que se atengan a ella en su actividad política en nombre del PSOE, el comité de garantías advierte de que no tiene competencias para ello, pero sí recuerda literalmente que «todos los compañeros tienen el deber de cumplir lo acordado por el máximo órgano del partido, el congreso federal, cuyo mandato es «vinculante y obligatorio».
«Nuestra organización, sin perjuicio del debate, de la crítica y de las discrepancias, que deben ser expresadas en el seno de los órganos establecidos para ello, funciona bajo las premisas fundamentales de la unidad como principio de acción política”, indica la resolución, firmada por el presidente de la comisión de ética –el exsenador Rafael Román– y la secretaria del organismo –la diputada en el Congreso Susana Ros–. El texto añade que esa es la interpretación correcta de los estatutos del PSOE y la que debe orientar al comité federal a la hora de aprobar o no por ese motivo las normas regionales que surjan de cada congreso autonómico.
Según la encuesta Estado del Odio de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales Intersexuales y Más (FELGTBI+), que agrupa 55 entidades de todo el Estado, alrededor de cinco millones de personas, es decir en torno al 11,1% de la población española –hasta el 27,8% en el tramo de edad de 28 a 34 años y el 21,4% en el de 24 a 34–, se autoincluyen en alguna de las categorías de género u orientación sexual a las que se refiere la expresión LGTBI+.
Sin datos sobre cuántas personas se consideran queer
Más de la mitad, el 50,5%, son bisexuales; un 17,5%, gays; un 11%, lesbianas; un 8,5%, no binarias; un 8,25%, asexuales; un 6,75%, transexuales, y un 0,5%, intersexuales. No existen datos estadísticos sobre cuántas de ellas se definirían también como queer, una fórmula que han adoptado muchas personas que se sienten incómodas con las etiquetas tradicionales y que identifican esa palabra como una forma de resistencia dialéctica contra las normas y conceptos sociales y culturales establecidos sobre el género y la diversidad.
Público se ha dirigido al PSOE para obtener la valoración de alguno de sus responsables, pero fuentes de la dirección de comunicación del partido han indicado que la resolución del comité de garantías sobre la exclusión de la Q y el + en el argumentario interno y externo del partido es «muy básica» y «absolutamente técnica y no política«. En el sentido, añaden, «de que los estatutos o resoluciones del congreso federal son de aplicación en los estamentos inferiores». «No haremos ninguna declaración más, precisamente por eso, porque se explica perfectamente en la aplicación de los estatutos», concluyen.
«No es que el concepto queer sea filosóficamente inadmisible, pero jurídicamente sí es inviable»
Este diario también se ha dirigido al Partido dos Socialistas de Galicia (PSdeG), la federación gallega de la formación, a la que están adscritas varias de las militantes que suscribieron la ponencia que reclamaba la exclusión del Q+. Según Aitor Bouza, secretario autonómico de Acción Territorial y Formación y líder del partido en Santiago, a quien el PSdeG dirigió a Público cuando se interesó por el tema, en el congreso de diciembre «no se quitó nada porque esas siglas no estaban en los estatutos». «Hubo un debate, que se magnificó, tras el que se votó una propuesta que fue aprobada y que nos vincula a todos y a todas«, afirma.
Para Bouza, además, el sentido de no incluir las siglas citadas está en que, a su juicio, la categoría queer «invisibiliza al resto de géneros y orientaciones» y su asunción impediría «que se combatan efectivamente los discursos de odio, la homofobia y la transfobia«. «No es que el concepto queer sea filosóficamente inadmisible, el partido no va en contra de lo queer, pero jurídicamente sí es inviable. Ser queer no es un derecho, se trata de una lucha distinta, es cierto que complementaria de la causa LGTBI, pero distinta», concluye.
Intervención completa de .@CambrolleMar en #ANHP, a raíz de la eliminación -por parte del PsoE- de la letra «Q» de la denominación del colectivo LGTBIQA+: «Se empieza quitando letras y se termina quitando derechos».
¡Enorme, Mar! Hay que escucharla 👇🏼
“Somos las últimas de Damasco”: la purga silenciosa contra las mujeres trans en la nueva Siria
Tanto huir como subsistir dentro del país resulta demasiado arriesgado para esta minoría, acosada y perseguida por las fuerzas de seguridad y hombres armados afines al Gobierno
Karima y Ghazal después de ser detenidas y rapadas por las fuerzas de seguridad sirias.Miguel Flores
x Miguel Flores Damasco (Siria)
Katia nunca había llegado a la cima del Qasiún. Este monte, acrópolis de Damasco, fue durante la guerra una trinchera natural desde la que las tropas de Bachar el Asad disparaban a los rebeldes que avanzaban hacia la capital.
Cuando el régimen cayó en diciembre y el ejército abandonó la zona militarizada, la joven de 21 años no esperó ni una semana para subir. Llegó hasta arriba con los colores de la nueva Siria: un vestido verde, un corsé negro y, envolviéndola, una bandera revolucionaria con tres estrellas rojas mal cosidas en el centro. A su lado, desierto ya, el cuartel de un Gobierno que había matado a 200.000 sirios en los últimos 14 años. A sus pies, Damasco, una ciudad que olía a nuevo.
Me gustaría que me vieran como parte de mi país, pero mi país ni siquiera me reconoce Ghazal, mujer trans
“Siria es libre. Y la mujer, libre también”, escribió junto al reportaje que subió a Instagram de aquella excursión. Después de que las fuerzas islamistas de Ahmed al Shara llegaron al poder, Katia se negó a interrumpir su vida. Siguió yendo al casco antiguo, donde la conocían como la niña de Bab Sharqui por los días y noches que había pasado en los bares de la Puerta de Oriente. Siguió viendo a sus amigos, fue a fiestas, a mercadillos de Navidad. Hasta que las mismas redes sociales donde había expresado su euforia por la nueva Siria le confirmaron algo en lo que había evitado pensar: esta tampoco iba a ser una Siria para mujeres trans como ella.
La noche de fin de año, los rebeldes —ya en el Gobierno— y varias milicias afiliadas lanzaron una campaña contra un enemigo claro: las mujeres como Katia. Entre enero y febrero, los propios agentes publicaron en sus cuentas personales de Facebook vídeos en los que capturaban a chicas jóvenes y hacían con ellas lo que se les antojara. “Sácate la polla, que te la vamos a cortar”, le gritaban a una. A otras fueron a buscarlas a casa, las apalizaron y saquearon todo lo que tenían. “Llevo desde enero en esta habitación que dejaron vacía. Desde entonces no he salido ni nadie se ha atrevido a venir a verme”, explica por videollamada una superviviente, siete meses después de haber sido atacada.
Katia sobre el monte Qasiún tras la caída de El Asad en Siria, en una imagen publicada en su Instagram
Aquel fue solo el comienzo de una purga que sigue en curso. Trampas por aplicaciones de citas, secuestros, allanamientos, detenciones arbitrarias, apaleamientos… De 20 mujeres entrevistadas por este diario, al menos 14 han sido acosadas por las nuevas fuerzas de seguridad o por hombres armados afines al actual Ejecutivo sirio.
“Ahora no publican los vídeos, pero siguen yendo a por nosotras”, se pisan al hablar, atropelladas, Ghazal y Karima, dos amigas de Yaramana. Durante años, las personas queer de Siria encontraron un hogar medio seguro en este arrabal de Damasco, donde se mezclan drusos y cristianos, desplazados de otros rincones de Siria y refugiados iraquíes. Las dos viven en la misma manzana, cada una en un sótano. Se visitan cada vez que una de ellas puede permitirse un taxi que la lleve de puerta a puerta. Serían cuatro minutos andando, pero salir a la calle significa arriesgarse a que se repita lo que les pasó hace unas semanas.
A finales de junio, un grupo de agentes de la Seguridad General las arrestó cuando volvían a casa de una fiesta de cumpleaños. Las llevaron a una comisaría donde las raparon, les arrancaron las uñas, les golpearon con escopetas y dispararon a centímetros de su cuerpo. “De la próxima no salís con vida”, les amenazó uno. “Si no queréis acabar muertos, desapareced. Encerraos en vuestras casas o salid de este país. Nadie os quiere aquí. Dios os tiene asco”, les advirtieron, en masculino, antes de soltarlas.
Todo iba mal, pero ahora es mucho peor. Es como si tuviera miedo a las alturas pero viviera en un avión que no deja de alejarse de la tierra
Ghazal y Karima se quitan a la vez las pelucas que han decidido llevar mientras les vuelve a crecer el pelo. Se miran y tocan los chichones de sus cabezas. Los suyos y los de la otra. En el brazo de Ghazal se ve un tatuaje que antes tapaba la melena de plástico. Es el nombre de su marido, que la dejó cuando cayó el régimen después de 11 años juntos. “Le entró el miedo de que lo persiguieran por estar con un travesti. Me dijo que no tenía por qué aguantar lo mismo que yo pudiendo estar con una mujer [cisgénero]. Se me ha caído el mundo encima”, cuenta entre lágrimas.
Sus vidas tampoco fueron fáciles bajo El Asad. A Karima, de 25 años, la expulsaron de la facultad de Economía en cuanto se presentó como una chica en clase, y tanto ella como su amiga han pasado su juventud entre rejas. Ghazal, de 33 años, saca cuatro papeles de su habitación. Son cuatro sentencias que la condenaron por prostitución y desorden público después de que los agentes del régimen la vieran caminando por la calle. Los cuatro paseos le costaron cerca de dos años en la prisión de Adra, hacinada en celdas de unos seis metros cuadrados con otras 20 personas trans. “Nos tirábamos semanas de pie, sin ver el sol y sin que nos diera el aire”, cuenta Karima.
Por duro que fuera, ahora las dos recuerdan aquellos años con nostalgia. Coinciden en que lo que les ha venido es peor. Ghazal se siente culpable al reconocerlo: es de Deraa, cuna de la revolución, y perdió a su padre en un ataque aéreo del régimen en su pueblo. A día de hoy sigue celebrando los logros del nuevo Gobierno sirio: la expulsión del dictador, el levantamiento de sanciones económicas y la esperanza renovada de que Siria vuelva a prosperar. Su foto de perfil, de hecho, es el águila dorada que Al Shara presentó a principios de julio como emblema oficial de su mandato. “Me gustaría que me vieran como parte de mi país, pero mi país ni siquiera me reconoce”, lamenta.
Karima saca del bolso su documento de identidad caducado. Es rosa, y en el penúltimo renglón dice: ‘trastorno de identidad de género’. Poco antes de que lo derrocaran, El Asad incluyó una tipificación —patologizante— en los carnés de quienes se identificaban como trans. Karima ha intentado renovar el suyo, pero la nueva policía le dice que se olvide hasta que no aparente ser “el hombre que es”. “Todo iba mal, pero ahora es mucho peor. Es como si tuviera miedo a las alturas pero viviera en un avión que no deja de alejarse de la tierra. No sé cuánto tiempo más podré aguantar así”, dice.
Karima sostiene su documento de identidad de la época de El Asad, en el que figura como ‘trastorno de identidad de género’.Miguel Flores
Como Ghazal y Karima, muchas mujeres trans de Siria han seguido el consejo de las autoridades: encerrarse en sus casas o abandonar el país. Katia, la joven que subió al monte Qasiún tras la caída de El Asad, huyó a Beirut a las pocas semanas. Asegura que, desde entonces, más de un centenar de compañeras han hecho lo propio.
Una vez en el Líbano, pueden pedir ayuda a oenegés o solicitar asilo en terceros países a través de ACNUR. La asociación para personas LGTBI+ siria, GEM, tenía un programa específico para asistir a mujeres trans: “Los recortes a la ayuda internacional nos han obligado a interrumpir nuestras operaciones en un momento en el que las solicitudes han aumentado un 70%”, explica François Zankih, su fundador.
Las que buscan el amparo de oenegés extranjeras desde dentro de Siria se encuentran con una respuesta desoladora. “Nos dicen que nos quedemos en casa todo el tiempo posible y que, si podemos, nos vayamos al Líbano. ¡Lo mismo que la Seguridad General!”, denuncia Karima. Sin embargo, no todas están dispuestas a emprender el viaje. Esta primavera, cuatro amigas de Ghazal y Karima desaparecieron tras entregarse a una red de trata para que las ayudara a cruzar ilegalmente la frontera libanesa. Desde entonces, no se sabe nada de ellas. Karima se pregunta: “¿Qué ONG me asegura que no me van a raptar como probablemente les ha pasado a ellas?”
En Siria se quedan las que no pueden permitirse pagar a un traficante, las que no se ven capaces de mantenerse en un país más caro que el suyo y las que temen no llegar a salvo al otro lado de la frontera.
Intentan que no existamos. A veces lo consiguen. Pero estamos juntas. Somos la única familia que tenemos
Ward, de 25 años
Se queda Inanna, de 36 años, a la que sus padres abandonaron durante la guerra cuando se fueron a Alemania y la dejaron en Alepo “por ser un animal”. Cuenta por teléfono que lleva años sin salir de su casa, a la que se refiere como “mi cárcel”. Con los 50 euros que su madre le manda cada dos meses consigue que alguien le deje la comida y los antidepresivos que necesita en la puerta. Dice que ya lleva tiempo muerta y que, si no fuera por las redes sociales, se habría quitado la vida hace tiempo. En Instagram, Inanna comparte vídeos de las mujeres a las que admira —entre ellas, la senadora canaria Carla Antonelli—. En Facebook pide ayuda en inglés, por si alguien de fuera lo ve. “I really need help» (Realmente necesito ayuda, en español), escribe. Nadie parece escucharla.
Se queda también Eva, obligada a alternar por los mismos parques de Damasco en los que duerme. Cuando cayó El Asad, sus dos hermanos salieron de las cárceles del régimen y vieron que el menor de los tres era ya una chica con el pelo largo, que luchaba contra su vello y que había enterrado su nombre. “O te vas de esta casa o te matamos”, le amenazaron. Desde entonces, Eva reconoce haber hecho cosas peligrosas por necesidad: irse con hombres que no conocía, que la obligaban a tener orgías o que abusaban de ella. Un día, unos agentes de la Seguridad General la detuvieron en mitad de la calle. La llevaron al calabozo, donde pasó un mes y, como a Ghazal y Karima, raparon y torturaron.
También se quedan muchas otras. Mujeres desconocidas entre sí, que no tienen con quién compartir su existencia, y para las que la calle es un campo de batalla.
Natasha está intentando unir fuerzas con sus vecinas. Esta madre de 46 años, que presume de ser una de las pocas mujeres trans de Siria que han trabajado en un restaurante, convoca cada semana a sus hijas en su bajo de Yaramana. Se hacen las uñas, se ponen al día con sus chismes y se preguntan si a alguna le hace falta dinero. También comparan sus pechos: la mayoría de ellas los dejó en manos del mismo “carnicero” que les cobró 30 dólares (25 euros) por implantarles silicona libanesa de contrabando.
Eva, en su apartamento.Charles Cuau
Ward, de 25 años, entona canciones del Éufrates, donde el Estado Islámico la capturó en 2014 y la llevó a Mosul. De su región natal trajo a Damasco traumas como aquel, o como que sus hermanos le inyectaran testosterona. Pero también canciones sobre el amor y el campo que recita delante de sus amigas. Le dedica una a Ibrahim, que está sentado a su lado. A este amigo lo llaman la Ascura —la Militara— porque sirvió 15 años en el ejército del régimen obligado por un comandante que lo violaba. Se ríen de sus propias historias, de las de la otra, y las convierten en canciones.
―“Somos las últimas travestis de Damasco a las que todavía no han dejado calvas”, bromea Maha, de 20 años. Es la más pequeña.
―“No lo gafes, ladyboy“, la calla Natasha.
Natasha, que no pudo despedir a sus padres cuando murieron porque sus primos prometieron matarla si se presentaba en el funeral, ha formado una familia en medio de la persecución. Esta madre con sus hijas han convertido el trauma en un idioma. Tienen palabras para ‘hombre’, ‘hay un cliente’ o ‘servicio’ que solo ellas saben articular. Y que, si las pronuncian, saben que solo las entenderán otras como Katia, Ghazal o Karima.
Más que nunca, se ponen a resguardo de un mundo que no las quiere en las calles y que las busca en sus casas. “Intentan que no existamos. A veces lo consiguen. Pero estamos juntas. Somos la única familia que tenemos. Queremos irnos y poder vivir juntas. Por lo menos poder decir que hemos vivido algo bueno cuando nos toque morir”, dice Ward, dejando el concierto a medias. “Y que cuando muramos, esta familia nos pueda velar. Que nuestras amigas nos entierren con dignidad. ¿Tanto pedimos?”.
La Federación Plataforma Trans, presenta esta iniciativa cultural, compuesta por 16 infografías, que nace con la voluntad de recorrer la memoria histórica del colectivo trans en el Estado español, poniendo especial énfasis en los momentos clave de la segunda república, la dictadura franquista y la democracia.
Este repaso visual y documental es una herramienta para visibilizar las luchas, resistencias y silencios que han marcado las vidas de las personas trans, a menudo condenadas a vivir en los márgenes: desde la periferia social, institucional y política. Una periferia donde, a pesar del estigma, hemos tejido formas de supervivencia, organización y dignidad que merecen ser reconocidas.
Esta propuesta no es solo una muestra cultural, sino también una acción política y pedagógica: defender la memoria como un derecho y como instrumento de reparación. Poner en valor los nombres, rostros y hechos que la historia oficial ha querido olvidar es un paso hacia el respeto, la reparación y la justicia social para el colectivo trans.
«Desde la periferia, al respeto» es un acto de reconocimiento y reivindicación, pero también un grito de alerta: no podemos construir un futuro digno sin mirar de frente al pasado. Esta exposición quiere contribuir a mantener viva la memoria silenciada de nuestro colectivo, abriendo caminos hacia una sociedad más inclusiva, diversa y transpositiva.
Porque no hay democracia completa sin memoria!
Porque somos historia, somos presente y seremos futuro!
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La persecución hacia migrantes recrudece cuando se trata de mujeres travestis y trans, en especial, quienes provienen de países limítrofes, que es la principal migración que recibe el país.
La persecución hacia migrantes recrudece cuando se trata de mujeres travestis y trans, en especial, quienes provienen de países limítrofes, que es la principal migración que recibe el país. Son trabajadoras sexuales que en su mayoría residen en la Ciudad de Buenos Aires. «Lo que nosotras identificamos y venimos denunciando hace tiempo desde el espacio Casa Roja es una razia, un blanqueamiento y una persecución por la identidad de género, la clase y la raza, que se vio ahora exacerbado y justificado a través del decreto de necesidad de urgencia 366-2025 que expidió Javier Milei”, asegura Mely Sánchez Rincón, politóloga colombiana, integrante de la Consejería Migrante de Casa Roja, un espacio de acompañamiento socio jurídico que pertenece al sindicato Ammar.
El decreto que emitió el Gobierno Nacional en mayo de este año estigmatiza a las personas migrantes acusándolas de migrar para hacer uso de la salud y la universidad pública; también las criminaliza asociándolas a la delincuencia. Este decreto obstaculiza aún más el proceso de radicación en el país para las personas migrantes, en el caso de las mujeres travestis y trans resulta más complejo.
Para acceder a un documento de identidad que respete su identidad de género la persona migrante primero debe atravesar un proceso de regularización de cuatro a cinco años para obtener un documento permanente. “Esta ausencia del Estado de poder garantizar el derecho a la identidad y a una documentación acorde, que le permita mantener su permanencia de manera regular en el país, con un decreto en donde persigue cualquier tipo de irregularidad en la comunidad migrante, las perjudica el doble. Por ende, si unimos esos factores: que son compañeras que ejercen un trabajo informal y estigmatizado, las han convertido en el principal foco de persecución de la Policía de la Ciudad”, explica la politóloga.
Sanchez Rincón asegura que en estos casos lo que se está intentado hacer son expulsiones exprés: “Al retenerte en la calle se hace un cruce desde el Ministerio Público Fiscal, el Poder Judicial de la Ciudad, con la Dirección General de Migraciones y se verifica que esas compañeras estén regularizadas o no. En su mayoría las órdenes de expulsión que estamos recibiendo son compañeras que han cometido algún delito menor y se encuentran en etapa de investigación, o incluso han convenido hacer alguna suspensión de juicio a prueba, o que ya se han puesto a derecho con la justicia, o no han podido certificar un sello de ingreso al país que sea catalogado como los pasos regulares fronterizos”.
Desde Casa Roja, junto a sus abogadxs están trabajando a fin de evitar esas expulsiones. Poseen un espacio de asesoría migrante, que integra Sánchez Rincón junto a otras compañeras, para la promoción de los derechos no solo de las mujeres travestis y trans migrantes, tamibén está abierto a cualquier vecinx migrante del barrio de Constitución que necesite asesoramiento. Funciona los miércoles de 16 a 18 en Filiberto 1745, CABA.
“Nosotras articulamos con los organismos de defensa correspondientes dentro del Poder Judicial para que nos asistan en el derecho que tiene cualquier habitante que está en suelo argentino que es el derecho a la defensa. Estamos trabajando sobre todo en rebatir una decisión que es absolutamente racista y discriminatoria como la decisión de modificar el artículo 6 de la Ley de Migraciones que proclama que el acceso igualitario a la comunidad migrante va a ser tratada según su categoría migratoria, es decir, que el acceso a derechos básicos como trabajo, salud, seguridad social y educación va a estar sujeta al documento que posea la persona migrante”, explica Sánchez Rincón y agrega: “Con ese criterio, un migrante con un documento de identidad temporario no va a poder acceder a sus aportes en caso de, por ejemplo, tener un empleo formal y en virtud de eso se siguen vulnerando derechos que violan la Constitución Nacional”.
[México] El crudo relato de Michelle, mujer trans que denuncia tortura por policías de Naucalpan: ‘me decían: ‘tú no eres mujer, entiende, güey»
El colectivo Mujeres Trans Libres Naucalpan exigió justicia en sus redes sociales y convocó a una manifestación pacífica para exigir un alto a la violencia transfóbica.
Con el rostro visiblemente herido y la voz entrecortada, Michelle Cano Hernández, una mujer transgénero de 34 años, denunció a través de un video tortura, abuso y amenazas de muerte por parte de policías municipales de Naucalpan de Juárez, Estado de México.
“Soy trabajadora sexual del Toreo”, comienza presentándose Michelle. Según su narración, todo comenzó durante la madrugada del sábado 26 de julio, cuando intervino para proteger a un joven que era agredido por agentes locales.
“Por defender a un chico que estaba con una compañera mía trabajando… tuvimos un percance“, explica en el video. Esa acción, comparte, derivó en que ambos fueran sometidos y “subidos a la patrulla”.
Michelle y el joven, a quien asegura no haber conocido hasta ese momento, fueron llevados a un paraje solitario “atrás de una fábrica cerca por la colonia San Pancho”.
En ese lugar, dice, comenzó la tortura. “Ahí nos fue que empezaron a torturarnos. Me empezaron a picar, me decían que me iban a sacar las prótesis… me hicieron unos piquetes”, relata en el video mientras muestra las heridas de su cuerpo.
“Escuchaba gritos, que estaban torturando al chico este, el cual no conozco, ni sé quién sea, y me torturaban a mí. Me dieron unos toques en el pene y me torturaban, o sea, me golpeaban y me decían, me pedían que hiciera lo que ellos querían”, denuncia Michelle Cano.
La agresión no solo fue física, sino que estuvo cargada de una violencia transfóbica.
“Los patrulleros me decían, cuando me daban los toques en el pene, me decían: ‘Tú no eres mujer, entiende, güey, eres cabrón y tú nunca vas a ser mujer’. Me ofendían a mi persona y me jalaban el cabello, me lo querían cortar con la navaja con la cual me picaban”, acusa.
Michelle Cano añade que bajo amenaza de muerte fue obligada a grabar una confesión falsa. Según ella, la forzaron a grabar un video en “el cual acusaba al chico este que subieron, que no conozco, que él me había violado y que yo dijera que no iba a proceder en contra de ellos”.
“Me amenazaron, que ya sabían dónde vivía, cuántos hijos tenía, que ya sabían de mi madre… que donde yo hiciera público esto, iban a regresar ellos, pero de civiles y me iban a matar”, expresó.
Tras la brutal golpiza y la grabación forzada, los policías la abandonaron. “Me dieron tres patadones en los testículos y me dijeron: ‘Te damos tres para que corras’… me dijeron: ‘corre’ y yo nada más lo que único que hice fue correr y me fui”.
El colectivo Mujeres Trans Libres Naucalpan exigió justicia en sus redes sociales y convocó a una manifestación pacífica frente al Parque Naucalli para exigir un alto a la violencia transfóbica.
Imagen: Mujeres Trans Libres Naucalpan Oficial
El ayuntamiento de Naucalpan de Juárez, encabezado por el presidente municipal, Isaac Montoya Márquez, no se ha posicionado al respecto de la denuncia, así como tampoco la Guardia Municipal, liderada por Daniel Vargas Castañeda.
Cinco detenidos por agredir a una mujer trans en Barcelona: grabaron la paliza para publicarla en redes
La víctima, una mujer transexual con discapacidad auditiva, ya había sido atacada anteriormente por el mismo grupo
x Pau Comelles
Agentes de la Unidad Central de Delitos de Odio y Discriminación de los Mossos d’Esquadra han detenidoa cinco personas —tres mujeres y dos hombres, de entre 20 y 34 años— por una agresión tránsfoba ocurrida en el barrio de Sant Antoni de Barcelona el pasado 25 de junio.
Según han informado los Mossos, la víctima, una mujer transexual con discapacidad auditiva, había quedado con una de las agresoras, a la que conocía previamente. Poco después de su llegada, aparecieron otras cuatro personas que, aprovechando su superioridad numérica, comenzaron a golpearla con puñetazos y patadas, además de arrastrarla por el suelo tirándola del cabello.
Durante el ataque, dos miembros del grupo grabaron la agresión con sus teléfonos móviles. Según la investigación, su intención era difundir las imágenes en redes sociales para exponer públicamente la condición de persona transexual de la víctima.
Las gestiones policiales permitieron identificar a los cinco presuntos agresores, que fueron detenidos el pasado 16 de julio en Barcelona, Sabadell y Ripollet. Al día siguiente, pasaron a disposición judicial como supuestos autores de un delito contra el ejercicio de los derechos fundamentales de las personas transexuales.
Los cinco detenidos han quedado en libertad tras pasar a disposición judicial en distintos juzgados de guardia de Barcelona, Sabadell y Cerdanyola del Vallès. En todos los casos, los jueces han impuesto como medida cautelar una orden de alejamiento y la prohibición de comunicarse con la víctima.
La víctima, queya había sufrido agresiones anteriores por parte del mismo grupo, se encuentra en una grave situación emocional y necesita apoyo psicológico continuado. Tanto la mujer agredida como los detenidos tienen discapacidad auditiva, por lo que los Mossos activaron el servicio de intérpretes en lengua de signos para facilitar su atención y asistencia.
‘Sexilio’ en Estados Unidos: cientos de personas trans estadounidenses buscan refugio de Trump en Canadá
Las políticas tránsfobas del republicano desatan el pánico en las personas LGTBIQ+ y disparan las solicitudes de asilo, que se han multiplicado por 10 en lo que va de año
Personas se manifiestan a favor de las personas trans durante un desfile en Churchill Square, en Alberta, el pasado febrero.NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)
“En las primeras 24 horas tras la reelección de Trump, recibimos 1.177 solicitudes de ayuda procedentes de Estados Unidos. El 51 % de estas solicitudes eran de personas trans: 35 % de mujeres trans, 16 % de hombres trans”, cuenta Timothy Chan, portavoz de Rainbow Railroad, una ONG con oficinas en Canadá y EE UU que ayuda a personas LGTBI+ en situaciones de persecución y violencia a empezar una vida en otro país. Invadidas por el pánico ante un Gobierno que amenaza sus derechos civiles, muchas personas LGTBI+ estadounidenses, especialmente trans, buscan emigrar a Canadá. Algunas, incluso, solicitando asilo humanitario. Hannah Kreager, estadounidense de 22 años, es una de ellas.
Hace tres meses, Kreager decidió que era el momento de irse de su país. “El Gobierno federal [de EE UU] está amenazando con criminalizar las identidades trans”, detalla. Por ello, en abril, condujo más de 1.600 kilómetros desde su ciudad natal, Tucson (Arizona), hasta Calgary, en la provincia canadiense de Alberta, donde reside desde entonces.
Como ella, muchos ciudadanos estadounidenses han valorado la huida al vecino del norte. La avalancha de solicitudes de ayuda recibidas en un solo día por Rainbow Railroad representa “el mayor número recibido en un solo día procedente de un mismo país”, remarca Chan. Para ponerlo en perspectiva, en el punto álgido de la crisis de Afganistán (en agosto de 2021), el pico de solicitudes diarias fue de 119.
“En lo que llevamos de 2025, hemos recibido 3.524 solicitudes de residentes en EE UU; un aumento del 994% en comparación con el mismo periodo del año anterior”, incide Chan. Para hacerse una idea de la escala de la crisis, la organización recibe una media de 10.000 peticiones anuales procedentes de todo el mundo. Esta ONG —cuyo nombre recuerda a Underground Railroad, el tren clandestino, la red de rutas secretas consolidada en el siglo XVIII para trasladar a personas negras de zonas esclavistas de EE UU a territorios abolicionistas— colabora desde junio de 2023 con el programa de Refugiados Asistidos por el Gobierno de Canadá, a través del que diferentes organizaciones remiten al Ejecutivo canadiense los perfiles de potenciales refugiados que buscan asentarse en el país.
“Ha habido amenazas de implementar leyes de ‘fraude de género’ [que tipifican como delito que documentos oficiales muestren un género distinto del registrado al nacer]. Están modificando la normativa de identificación para votar, exigiendo que todos los documentos de identidad coincidan, lo que impediría que personas como yo pudiéramos votar”, relata Kreager. “Están borrando información sobre personas trans de sitios web del Gobierno y están fomentando comportamientos peligrosos en la sociedad: ahora hay civiles que se sienten empoderados para actuar con odio sin ser castigados por ello”, continúa.
El pasaporte y acta de nacimiento de Kreager no reflejan ni su nombre ni su género: “Empecé a escuchar historias de personas trans con marcadores X [que indica que la persona no se identifica ni con el género masculino ni con el femenino] en sus documentos ―como yo― a quienes les devolvían los pasaportes triturados cuando intentaban actualizarlos”, agrega.
Un rumor sobre la posible implementación de la ley marcial, que empezó a circular en las redes sociales en abril, la llevó a tomar la decisión de dejar el país, pues la idea de vivir en un Estado policial sin la documentación en regla no le parecía una opción viable.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, después de firmar un decreto que prohíbe a las mujeres trans participar en competiciones deportivas femeninas.The Washington Post (The Washington Post via Getty Im)
En realidad, Kreager supo que quería irse “en cuanto Trump ganó su segundo mandato”. Durante su campaña electoral, Trump hizo gala de un discurso profundamente anti trans: se comprometió a revertir derechos consolidados si era elegido, y juró, entre otras cosas, castigar a los médicos y hospitales que proporcionasen programas de afirmación de género, o prohibir a las mujeres trans competir en eventos deportivos. Desde que tomó posesión del cargo, y cumpliendo con sus promesas electorales, el presidente estadounidense ha firmado 12 órdenes ejecutivas anti trans, según recoge Trans Legislation Tracker, una organización de investigación independiente que hace un seguimiento de los proyectos de ley que afectan a las personas trans en todo EE UU.
El relato del portavoz de Rainbow Railroad se repite en bufetes de abogados de inmigración canadienses; muchos confirman haber recibido una avalancha de consultas de personas trans estadounidenses sobre cómo mudarse a Canadá. Uno de esos bufetes es Smith Immigration Law, cuya fundadora, Adrienne Smith, señala que “ha habido un gran repunte en el número de personas que buscan irse de EE UU con urgencia, ya sea a través del programa de protección para refugiados, mediante programas de inmigración o por medio del patrocinio conyugal”.
Smith sostiene que varias de las personas que la han contactado en busca de representación describen diferentes formas de persecución: “Falta de atención sanitaria, la imposibilidad de que sus documentos oficiales reflejen su género correcto, funcionarios que se sienten envalentonados para negarles servicios… Hay varios tipos de maltrato que la comunidad está sufriendo actualmente”.
Un grupo de personas protestaba en Nueva York luego de que la Corte Suprema de EEUU confirmara una ley que prohíbe cierta atención médica para jóvenes transgénero.Kylie Cooper (REUTERS)
Sin embargo, y pese a la evidencia y el historial de Canadá como país favorable a la acogida de refugiados LGTBI+, muchos expertos no ven claro que las demandas de asilo de estadounidenses sean finalmente aceptadas. Desde Rainbow Railroad, Chan aclara que además de demostrar que su experiencia en EE UU se ajusta a lo que legalmente se considera persecución, “las personas solicitantes deben acreditar que su Gobierno no puede o no quiere protegerlas, y que no pueden vivir con seguridad en ninguna parte del país. Esto representa un desafío particular para la ciudadanía estadounidense, ya que el país cuenta con muchos de los indicadores típicos de un Estado democrático seguro, que, además, ha sido históricamente lugar de acogida para refugiados LGTBI+ de todo el mundo”.
Aunque actualmente en EE UU existen leyes federales que atacan a las personas LGTBIQ+, la cuestión, explica la abogada Smith, es que se acepte que esas normas han afectado de forma directa al demandante de asilo. “Luego está la pregunta de cómo se van a aplicar esas leyes en los diferentes Estados, si hay gobernadores que van a desobedecer activamente algunas de estas normas federales”, matiza. “Saber cómo se van a aplicar esas órdenes ejecutivas en lugares como California o Nueva York”.
Eso se denomina “alternativa de huida interna o reubicación”, que en el contexto del derecho de asilo, se refiere a la posibilidad de que una persona que busca refugio ante una persecución pueda encontrar una zona segura dentro de su propio país, en lugar de verse obligada a migrar.
Una situación grave
También hay abogados que consideran que la situación es “lo suficientemente grave” como para que las demandas de asilo salgan adelante en Canadá, como Yameena Ansari, residente en Calgary, y quien asesora a Hannah Kreager. Hace unos meses le aconsejó presentar una solicitud de asilo.
“Mi cliente tiene un marcador X en su pasaporte, aunque ella es una mujer. Tenía una cita en febrero para cambiar esto en su pasaporte, pero la canceló porque tenía miedo perder el documento: no quería que eso le pasara porque necesita el pasaporte para salir del país”. Y añade: “Mi cliente estaría en un país donde el clima político va en su contra, donde ni siquiera puede votar para cambiar el rumbo, y de donde tampoco puede irse porque podrían anularle los documentos”.
Desde su llegada, Kreager está intentando recomenzar en Calgary. Vive con una amiga y pese a la preocupación que le acarrea empezar de cero en un lugar nuevo y buscar empleo en un país extranjero, prefiere esta inestabilidad temporal a “la oscuridad y el miedo” que estaba sintiendo en su país: “Es realmente jodido despertarte y ver que el titular del día es: ‘Estás prohibida’. Como si no existieras”. Tiene esperanza de que su caso salga adelante: “Ojalá siente un precedente que permita que otras personas trans puedan salir de EE UU”.