Hace 45 años salí de mi casa temblándome las piernas para ir al mitin que el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria (MHAR) habíamos convocado un 25 de junio en Sevilla para reivindicar la abolición de la Ley de Peligrosidad Social y para pedir que los presos y presas que estaban en las cárceles por su orientación o identidad sexual salieran a las calles.
Recién muerto el dictador y en un país todavía preconstitucional, nos encontramos con una asistencia masiva, ¡había ansia de libertad! Todo el maltrato y la falta de oportunidades de una sociedad tan oscura como aquella en la que crecí pasaron en ese momento por mi mente antes de pronunciar las primeras palabras que daba ante un auditorio semejante: “Nos llaman peligrosos porque subvertimos el orden establecido, pero peligrosos son los que evaden capitales y provocan el paro”. Las piernas me dejaron de temblar.
Nos vinimos arriba y ese mitin derivó en la primera manifestación por la libertad sexual de Andalucía. Salimos a la calle con orgullo, negándonos a seguir sintiendo miedo por ser quienes éramos, negándonos a seguir asumiendo las condiciones infrahumanas y el atropello de derechos humanos al que el régimen franquista nos sometió a las personas de la diversidad sexual.
Ese mismo día desplegamos una pancarta de cincuenta metros en La Giralda que decía “Libertad Sexual”. Un día sonoro, Sevilla inundada de mariquitas sin miedo a darse la mano, a besarse, a expresarse, de mujeres trans que caminaban contando animadamente sus batallitas, su gran batalla por ser. Ese jolgorio revolucionario de quienes se habían hartado de estar en silencio, ante la atónita mirada de los des acostumbrados transeúntes, fue uno de los caminares colectivos que abrieron nuestra democracia, las personas LGTBIQ también contribuimos a su construcción, fuimos parte del ruido que vino a cambiarlo todo.
Cuatro décadas después, lo que parecía imposible nos vuelve a helar el corazón, la resurrección y el auge de los discursos fascistas y reaccionarios que nos quieren devolver a la España del blanco y negro, la resurrección del argumentario franquista, volviéndonos a situar a las personas trans en el peligro social, criminalizando nuestras vidas y las de nuestras familias, las amenazas de la derecha ultra derechizada y la propia ultraderecha de derogar las leyes de protección y reconocimiento de las personas LGTBIQ, unido a que PSOE, una fuerza política identificada por la ciudadanía en el espectro de la izquierda, no solo ha asumido argumentarios reaccionarios con respecto a las personas trans, sino que ha sido fuente de inspiración para la ultraderecha, convierte en especialmente preocupante el momento histórico en el que nos encontramos.
En la experiencia que he tenido durante la larga y dura lucha por conseguir la Ley Trans, junto a los colectivos trans, junto a las familias, no nos resignamos. Y, sin esta tenacidad y resistencia, no habríamos conseguido el mayor avance para las personas trans en toda la democracia. Si alguien se ganó mi confianza y admiración en ese camino fue la Ministra de Igualdad, Irene Montero, y se las ganó a pulso, junto a su equipo en el Ministerio, aguantando una campaña de acoso brutal por tierra, mar y aire, dando la batalla en el Gobierno ante las retrógradas posiciones ideológicas de la entonces poderosa Carmen Calvo y las tretas del socio mayoritario para evitar que la ley saliera adelante. Nadie daba un duro, decían “no se puede”, “no podéis”, “el PSOE no va a ceder”, “no vais a ningún lado”. No apagamos nuestro ruido.
No voy a pedir disculpas por las molestias a un PSOE que se negaba a reconocer nuestros derechos humanos a pesar de no querer soltar la bandera LGTBIQ y que nunca se le olvide el pin en la solapa. Considero extremadamente necesaria una fuerza política que se atreva a causar molestias a quien no quiera causar mejora en las condiciones de vida de la ciudadanía o de los sectores más vulnerables de ella, que se atreva a ejercer la convicción y la valentía a pesar del alto coste disuasorio, de la violencia política y personal, que se atreva a escuchar al movimiento social, a acompañarle y a llevar sus demandas y reivindicaciones al BOE, se tenga enfrente a quien se tenga.
La criminalización de la valentía y la convicción en política con expresiones como inflexible, cabezota o extremista no hacen sino señalarlas como artífices de lo que realmente abre brecha ante situaciones que el poder se resiste a cambiar. Lo sé de buena tinta.
Igual que salimos a las calles en el 78, os pido en el nombre de nuestras antecesoras que no os tiemblen las piernas este 28 de marzo. Os pido ser parte del ruido para llenar las urnas de furia arco iris, por las candidaturas de inflexibles y cabezotas que en derechos LGTBIQ no vienen con promesas, sino con derechos publicados en BOE y son condición de posibilidad para seguir avanzando.